Palabras, Barullos, Sueños, Cuentos e Historias de Vida, Viajes y Otras Verdades

Nov 25, 2011

Eunice: Mujer Ilchamus resistiendo

Especial para el www.indigenousportal.com por la conmemoración del 25 de noviembre de 2011 Día Internacional por la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.


Por:  Wayunkerra Epinayu (Karmen Ramírez Boscán)*

Eunice Santawan Lepariyo en el Programa
para Pueblos Indígenas de UNITAR
Ginebra Suiza - Junio de 2011
Pocas veces se tiene el privilegio de encontrarse con una mujer fascinante.   Esta vez he conocido a una mujer indígena, portadora de un cuerpo maravillosamente voluptuoso, el negro brillante de su piel, contrasta espléndidamente con su blanca sonrisa, todo su esplendor, es pasmosamente imponente, especialmente cuando se atarea con toda su parafernalia de telas rojas atravesadas por líneas blancas y azules, lo que juega perfectamente con los adornos de su cabeza elaborados a partir de alambres en donde ensarta cuentitas de mil colores, la misma técnica que usa para sus collares que cubren no solo su cuello sino también su pecho. Eunice Santawan Lepariyo, es una de las pocas mujeres que, en su comunidad del pueblo indígena Ilchamus, se ha dado a la tarea de luchar por la participación de las mujeres de su pueblo, además de haber escapado a la barbarie de la extirpación del clítoris, actividad que, como en muchos lugares de África, se practica cada temporada de mutilación de niñas y mujeres en su comunidad.

Cuando se habla de los pueblos indígenas de África, se desconoce que hay un número casi incalculable de grupos étnicos y minorías. En Kenya hay diecisiete diferentes pueblos indígenas, aunque precisamente, la etiqueta de “pueblos indígenas”, genere muchas contradicciones entre las comunidades de los países africanos.  De hecho no existe una definición particular que agrupe el término como tal desde ésta parte del mundo y la misma población ancestral, protesta con firmeza para que no se les encasille en las marcas impuestas por el Estado, quien tiene la única intención de limitar, controlar y feriar al mejor postor sus territorios, impidiendo así, estratégicamente, el ejercicio de la libre determinación, a la que debieran tener derecho estas culturas milenarias.  La mayoría son cazadores, recolectores, así como también pastores nómadas, que viven en territorios de bosques y selvas como es el caso de los Ogiek, mientras otros habitan  los característicos desiertos que se pueden observar en las imágenes de los famosos safaris africanos, en donde caminan “libremente” los Massai, los Kikuyu ó los Ilchamus, entre muchos otros. Cuando hablamos, entonces,  de “pueblos indígenas” de África, hablamos de pueblos milenarios, con órdenes sociales, culturales y políticos de naturaleza colectiva.

Eunice Santawan Lepariyo, es una mujer de sangre Ilchamus, un pueblo indígena localizado en un lugar llamado “The Rift Valley”, en el Distrito Marigat  del norte de Kenia.  La población de los Ilchamus, está contemplada en 40.000 personas que se dedican tradicionalmente al pastoreo y en mucho menor escala a la agricultura y a la pesca que desarrollan en el Lago Baringo.  Sus mayores riquezas, están representadas en vacas, ovejas y chivos, aunque, siendo éste el único recurso para obtener dinero en un territorio bastante árido, en donde el agua escasea y las condiciones climáticas son absolutamente agrestes, no es fácil mantener vivos a los animales.  El territorio, de la misma manera es sinónimo de fortuna, aunque representa también una necesidad permanente de conflicto con otros pueblos o tribus, como los Pokot, quienes promueven sangrientas guerras a fin de adueñarse del territorio de los Ilchamus. 

Eunice, con su voz pausada, entre pequeños sorbos de agua que va tomando durante la hora del almuerzo, la cual hemos dispuesto para realizar la entrevista, me cuenta que algunas iniciativas provenientes del gobierno, les han permitido crear una especie de “agro-granjas”, las cuales, a través de procesos muy simples de irrigación, les dan la posibilidad de sembrar al menos, maíz, para mantener algo de alimento de manera permanente en las comunidades.  Sin embargo, aunque Eunice sabe bien como criar un animal, a pesar de ser tarea de los hombres, y aunque sabe como decorar calabazas, entre otras de las artesanías, además de llevar una casa como corresponde a una mujer Ilchamus, ella ha preferido combinar todo lo anterior con  otros menesteres, lo cual por supuesto, en una cultura androcéntrica y patriarcal, no ha sido nada fácil para una mujer como ella. 

La organización para la que Eunice trabaja, Ilchamus Development and Human Rights Organization (Organización para el Desarrollo y los Derechos Humanos Ilchamus),  procura en la medida de sus capacidades, promover la defensa de los derechos humanos en Marigat District.  Ella en particular, trabaja para crear espacios que permitan a las mujeres indígenas conocer sobre liderazgo y sobre sus derechos.  –La educación es uno de los problemas más comunes que enfrentamos las mujeres Ilchamus en el territorio- Dice Eunice.  Por eso, ella dedica la mayor parte de su tiempo a promover talleres sobre derechos de los pueblos indígenas, lo que ha generado una gran aceptación y simpatía por parte de la población, por supuesto especialmente de las mujeres Ilchamus, quienes poco a poco se han sentido más involucradas en los procesos de fortalecimiento de sus iniciativas. Sin embargo, la participación política de las mujeres, es casi una afrenta a los hombres, de manera que son muy pocas las que han decidido dar el paso de mujeres de comunidad a mujeres lideresas.

Desde el 2004, las comunidades Ilchamus, se han venido organizando en una especie de comités cuyo objetivo principal era el de llegar al Parlamento,  por lo cual presentaron sus demandas ante el Tribunal Constitucional, instancia que emitió su decisión a favor de los Ilchamus  manifestando que, al ser considerados como un grupo de interés especial, tenían derecho a una silla en el Parlamento de Kenia,  sin embargo, la Comisión Electoral de Kenia (ECK) se opuso de manera rotunda a dar cumplimiento al fallo de éste Tribunal. 

Paralelamente al proceso, de demandar participación política que iniciaban los hombres para lograr el reconocimiento ante el Estado, un importante momento para solicitar igualdad entre hombres y mujeres Ilchamus, se desarrollaba al interior de las comunidades.  Si bien la mujer es considerada  fundamentalmente importante para los acuerdos e intercambios matrimoniales, que permiten hacer crecer las riquezas, así como garantizar la reproducción y crianza de los hijos, los aportes de las mujeres Ilchamus no son tenidos en cuenta para las discusiones y decisiones colectivas, lo que se traduce en que en la mayoría de las veces, ellas no pueden ni si quiera hablar delante de los hombres. Las mujeres Ilchamus, reclamaban a los hombres ser entendidas como constructoras de sus propias realidades.  –Ellos pensaban que las mujeres no podíamos tomar buenas decisiones -  dice Eunice, enfatizando que de manera generalizada, el contexto africano se basa en la dominación masculina, y ésta se hace mucho más evidente y restrictiva en las comunidades de los pueblos indígenas. 

Eunice Santawan Lepariyo
Mujer indígena del pueblo Ilchamus
Eunice, trabajaba en ese entonces en la organización  Pastoralist Development Network Kenya (Red para el Desarrollo del Pastoreo en Kenia), la cual está basada en Nairobi.  Les conoció, ya que la organización frecuentaba mucho su comunidad para llevar a cabo algunos proyectos productivos.  En 2008, Eunice, recibió un formulario de parte de  Clement Isaiah Lenachuru, su esposo, quien también trabajaba con ella, y de quien Eunice dice muy orgullosa,  tiene un doctorado en Recursos Naturales y Cambio Climático, además de estudiar actualmente en la Universidad de Colorado en Estados Unidos, y fue precisamente él, quien le ayudó a diligenciar el formulario de aplicación al Programa de Becas para Representantes Indígenas de la Oficina de Naciones Unidas del Alto Comisionado para los Derechos Humanos (ONUACDH), del cuál Eunice fue becaria en el año 2009.

Tres meses, estuvo Eunice estudiando en Ginebra-Suiza.  Aunque lo más difícil fue estar separada de su familia, ella dedicó su tiempo a entender todo sobre el sistema internacional de derechos humanos para pueblos indígenas. Confirmó entonces, que sus demandas como mujer Ilchamus ante su comunidad, tenían plena validez, y concluyó que su trabajo con las mujeres, apenas comenzaría cuando regresara a su territorio.  Luego, los días se le fueron pasando rápidamente en Suiza.  A su regreso a Kenia en ese mismo año (2009), llegó fortalecida y con un conocimiento adquirido que quería poner en función de las mujeres Ilchamus.  Comenzaron entonces a demandar con mayor fuerza, la necesidad de ser incluidas en los comités de participación política de las comunidades, los cuales eran básicamente conformados por hombres.  En estos escenarios, era crucial la participación de las mujeres Ilchamus, ya que desde allí, se elige a los posibles representantes que pueden aspirar a la silla en el Parlamento de Kenia.  Fue una ardua labor, que les costó noches de argumentación frente a los hombres, pero la persuasión pudo más que la negativa, en principio absoluta, de los hombres que hacían parte de los comités. Siete meses después, las Ilchamus, en cabeza de Eunice, habían convencido a los hombres de lo importante de la participación de las mujeres en estos escenarios, aunque ésta se hubiera visto limitada por la casi inexistencia de mujeres lideresas. 

Eunice considera que una gran limitante que tienen las Ilchamus, es la falta de oportunidades  de educación para las mujeres de su pueblo, lo cual está estrechamente vinculado a la necesidad de control que impera sobre ellas.  Pensar en que las mujeres Ilchamus terminen la educación primaria o accedan a la educación secundaria, ya es una gran hazaña, sin embargo, hoy han logrado, gracias a diferentes estrategias que, nueve mujeres Ilchamus, se encuentren estudiando en la universidad, a pesar de la reprobación de muchos miembros, e incluso mujeres, de las comunidades.  Eunice Santawan Lepariyo, habla muy orgullosa de su trabajo, en donde tiene el goce de conducir el programa para las mujeres.   Presentaciones y talleres de formación e información para las mujeres Ilchamus con el objeto de darles a conocer sus derechos, sin que esto implique la ruptura radical con su cultura o con su pueblo, así como programas y campañas sobre los derechos que como mujeres pertenecientes a un pueblo indígena tienen, es su mayor compromiso.  Entonces, le pregunto con algo de precaución a Eunice, qué pasa con la Mutilación Genital Femenina (MGF), con los derechos de las mujeres y las niñas Ilchamus en éste sentido.  Guarda silencio por un momento.  Tímidamente intento explicar que, en África hablar de los derechos de las mujeres indígenas, implica hablar de la lucha contra la MGF, práctica que por supuesto es bastante controversial, porque precisamente representa muchas contradicciones con los conflictos existentes entre la preservación de la cultura y la visión occidental de los derechos humanos, y para éste caso, de las mujeres indígenas.

De acuerdo con la Encuesta Demográfica en 2009 y la Encuesta de Salud de Kenia del mismo año, aunque ya sabemos como funcionan las encuestas estatales, se estima que el 32% de las mujeres en la provincia del Valle del Rift han sido sometidas al procedimiento de la ablación. Otras informaciones sobre la realidad de las niñas y mujeres Ilchamus, revelan que cerca del 70% de ellas, han sufrido la MGF, mientras las estadísticas de Amnistía Internacional  aseguran que cada hora, 300 niñas son mutiladas, en el mundo.  Por otra parte, se han identificado algunos tipos de procedimiento para efectuar esta macabra costumbre:  La primera, en la que se lleva a cabo la extirpación del clítoris;  la segunda, que consiste en la extirpación del clítoris y los labios menores y finalmente, la tercera, la más impresionante y aterradora, la infibulación, también conocida como mutilación faraónica, en donde se extraen el clítoris, los labios menores y labios mayores para posteriormente coser los dos lados de la vulva herida, dejando solamente un pequeño orificio para la salida de la sangre menstrual y de la orina.  El riesgo de infecciones por las heridas ocasionadas al momento de aplicar los cortes en la infancia, se incrementa en el matrimonio, cuando la mujer nuevamente es cortada por el esposo para consumar el acto sexual.  

-No solo los pueblos indígenas practican esta tradición -  Me dice enérgicamente Eunice. 

De hecho, más del 50% de las mujeres africanas, han debido enfrentarse a esta tortuosa experiencia y también mujeres en Asia e incluso, se conocen muchísimos casos de mujeres africanas que habiendo emigrado a países de Europa y Norteamérica, siguen practicando la ablación.  En Sur América, hace cerca de dos años salió a la luz el caso de las mujeres Embera Chamí, un pueblo indígena en Colombia quienes llevan a cabo ésta práctica.  Se conocen múltiples argumentos para justificar la MGF, uno de los cuales, supuestamente, es el rito de iniciación de niñas a mujeres, aunque cada vez más, niñas de tan solo cinco años de edad, son sometidas a este martirio.  Otras razones están estrechamente relacionadas con la protección de la virginidad para garantizar que las niñas o mujeres a las que se les practica la MGF puedan casarse,  también se tiene la creencia de que una mujer “ablada”  nunca será promiscua, y principalmente se justifica a través de radicalismos religiosos islamistas, aunque según algunas investigaciones, ésta práctica ni siquiera exista en el Corán, por lo cuál carece de fundamentos en este sentido.

Los Ilchamus, practican la mutilación del clítoris, o como se conoce médicamente, clitoridectomía.  Eunice me cuenta que en el pueblo Ilchamus,  casi el 90% de las mujeres, ha tenido que atravesar por este proceso, aunque ahora se esté intentando reducir por medio de campañas.  Conoció mucha información de primera mano durante el Programa de la OACNUDH como becaria, sin embargo, a su regreso, aproximarse a la comunidad para hablar de esta problemática, no ha sido tarea fácil, sobre todo, cuando de convencer a las mujeres se trata, ya que hay una profunda creencia de que si no son cortadas o intervenidas, perderán la oportunidad de casarse y tener familia.  Por otra parte, ha tratado de convencer casi personalmente a las mujeres que tienen hijas en edades en las que se les practica la mutilación, de igual forma, se han iniciado programas con las mujeres que practican los “cortes” para llevar a cabo las mutilaciones, ya que éstas son consideradas casi como autoridades en la materia por lo que gozan de mucho respeto por sus conocimientos.  Las campañas también han sido dirigidas a los hombres Ilchamus, quienes se niegan rotundamente a casarse con mujeres que no han sido mutiladas.   

Gracias a las maniobras puerta a puerta que Eunice ha venido adelantando, así como a la intervención de otras organizaciones de mujeres, derechos humanos, y organismos internacionales como El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA por sus siglas en Inglés), varias niñas Ilchamus se han rehusado a que se les aplique la “tradición”, sobre sus cuerpos.  Una de las estrategias que Eunice ha utilizado, es la de convencer a los padres de la necesidad de que sus hijas vayan a la escuela secundaria y luego a la universidad, para lo cual ha logrado, al menos en su pequeña comunidad, la posibilidad de patrocinios para que estas niñas puedan continuar con su educación. 

Eunice vuelve a tomar un sorbo de agua y comienza a recordar en voz alta cuando ella tuvo que huir de su comunidad para no ser mutilada.  Su padre y su madre, al igual que otros miembros de la familia, comenzaron a decidir cuando se le aplicaría la práctica a Eunice, planeaban quien lo haría, para lo cual llamarían a una de las mujeres que es una gran autoridad en el oficio de la ablación.  Ella, llena de pánico, decide huir cuando apenas tenía nueve años.  – Fui rescatada en mi huida por la iglesia- dice, en donde con el apoyo de una misión, pudo continuar con sus estudios.  Después de cinco años, extrañaba a su familia, al punto que no podía dormir e incluso contrajo una enfermedad espiritual, lo que la obligó a regresar a buscar a su padre para pedirle perdón por haber escapado.  Ella, amaba a su padre, quien finalmente la recibió,  a pesar de su negativa para someterse a tan desmedido suplicio. 

Luego, apareció su esposo, un hombre también de su comunidad, que había tenido la oportunidad de ser el primero en terminar sus estudios universitarios.  Su pensamiento acerca de la mutilación genital femenina que practicaban en su pueblo, era totalmente opuesto al de la tradición.  Quería casarse con una mujer Ilchamus a la que no le hubieran arrancado el clítoris, sin embargo, sabía que no le sería tan fácil y que posiblemente tendría que esperar mucho tiempo, o quizás, casarse con una mujer de otra comunidad, de otro pueblo, o de otra cultura. 

Eunice se ríe, y mientras me dice que para su comunidad, es inconcebible que una mujer que no ha sido circuncidada consiga marido, lo es más aún que quede en embarazo.  Sin embargo, primero Eunice anuncia en su comunidad que se va a casar, además con un hombre Ilchamus como ella.  Eunice quería que su boda fuera lo más tradicional posible, por lo cual, muchas mujeres en la comunidad le exigían que debía ser “ablada” para poder proceder con su casamiento.  Consideraban que Eunice desafiaba los peores males para toda la comunidad si ella se casaba sin someterse a la ablación.  Sin embargo, pasando por encima de todos los malos pronósticos, Eunice se casó.  – ¡Ah!, pero si ella con clítoris pudo casarse, ¿por qué no otras también pueden hacerlo? – sonríe mientras me cuenta lo que decían algunas mujeres, especialmente las más jóvenes.  Luego, quedó embarazada y volvieron los comentarios en su contra, la acusaban de ser portadora del hijo de los malos espíritus, trataban de aterrorizarla diciéndole que se moriría junto con su hijo por no haberse dejado arrancar el clítoris y que una desgracia incontrolable caería sobre la comunidad si ella no accedía a la mutilación.  Si se moría un animal, era culpa de Eunice, si se secaba la cosecha, era culpa de Eunice, si llegaban los Pokot con sus sangrientas guerras a pelear por las tierras, era culpa de Eunice, todo lo malo que pasaba, era por Eunice y su vagina con clítoris.  Sin embargo, su primer parto no tuvo contratiempos, fue de gemelos.  –¡Ah!, pero miren, no solo se casó, sino que también quedó embarazada y además, pudo parir no solo un hijo, sino gemelos –  Decían las mujeres en su comunidad y la bola empezó a regarse entre otras mujeres Ilchamus.   Ahora Eunice tiene un hijo y dos hijas, a las cuales por supuesto, no permitirá que se les practique la MGF.

La experiencia de coraje y valor de Eunice, ha abierto la mente especialmente de las niñas en edad de aplicación de la práctica, sin embargo, por otra parte, también ha sido discriminada especialmente por algunas de las mujeres Ilchamus más tradicionales, quienes la consideran una mujer sucia, impura.   Su propia hermana, se negaba a dormir con ella en la misma cama e incluso en la misma habitación por temor a ser contagiada por la desgracia. 

Pero para Eunice, la desgracia de las mujeres Ilchamus, no está representada únicamente en la MGF.   Ella considera que la violencia doméstica es dramática y casi incontrolable, porque las mujeres no tienen más opciones sino dejarse golpear por los maridos, quienes actúan sobre ellas como si fueran sus propiedades.  –La cultura tiene cosas muy bonitas de las cuales me siento muy orgullosa – Eunice adora sus vestidos, sus artesanías, su territorio, la forma en que se solucionan los conflictos, la técnicas con las que se construyen las viviendas, sin embargo – la cultura también puede ser muy negativa y eso no significa que seamos las mujeres las que tengamos que soportarlo -.  Eunice está convencida de que el éxito del cambio es la educación, ya que muchas mujeres no saben si es bueno o malo defenderse de los maridos violentos, así como muchas madres que practican la MGF a sus hijas, tampoco saben de los grandes riesgos a que las someten.  Las mismas respetables mujeres que llevan a cabo los cortes del clítoris, por unos cuántos dólares, desconocen los riesgos de la práctica.   

Por otra parte son más bien pocos los esfuerzos que en este sentido, hace Kenia como Estado para garantizar los derechos de las mujeres, a pesar de haber ratificado la Convención para la Eliminación de Todas las formas de Discriminación en contra de la Mujer – CEDAW.  Son las mujeres indígenas en Kenia, las más vulnerables y empobrecidas. 

En su tarea diaria de motivar a las mujeres Ilchamus, Eunice Santawan Leparillo, piensa también que la independencia económica es fundamental para cambiar los patrones de control y opresión al interior de las comunidades, por lo que sueña con intercambios culturales entre mujeres indígenas de otros pueblos y lejanos continentes.

Eunice Santawan Leparillo, envía un mensaje a las mujeres indígenas de Latinoamérica para que sigamos luchando, para que nunca abandonemos la cultura y contribuyamos al mejoramiento y la preservación de la misma,  también hace un llamado para que nuestras luchas como mujeres indígenas en aras de exigir la garantía de nuestros derechos, tanto al interior de nuestras comunidades como ante el Estado, sean enérgicas y permanentes, sin que esto represente fracturas irreparables en nuestros órdenes sociales o culturales.  Finalmente Eunice, se refiere a la necesidad de encontrar alternativas ante las contradicciones culturales que producen violencia en contra de las mujeres. 

Cuando hablar de violencia se trata, desde las voces de pueblos indígenas y en particular de las mujeres indígenas, representa profundas reclamaciones conceptuales y metodológicas.  La mayoría de los estudios que han sido realizados por organizaciones indígenas, valga la pena decir, en su mayoría mixtas y en donde los cargos de dirección están en manos de los hombres, siempre se orientan a analizar la violencia en contra de las mujeres indígenas que proviene de parte de factores externos.  Sin embargo, iniciar debates sobre la violencia en contra de las mujeres indígenas derivada de patrones considerados como culturales y ancestrales, es casi inconcebible, lo que se convierte en el mayor desafío al que nos enfrentamos las mujeres indígenas en el mundo.  No todo lo que ha sido bueno en el pasado, ni lo que ha sido considerado inquebrantable y estrictamente necesario para reclamar pureza,  identidad cultural o la conservación más pura de las tradiciones, significa que tenga que ser bueno para el presente o para el futuro, especialmente de las mujeres indígenas, por eso, hoy en día, nuestras luchas para exigir respeto e igualdad especialmente al interior de nuestras propias comunidades y pueblos, son más vigentes que nunca.


25 de noviembre de 2011
Berna, Suiza






* Karmen Ramírez Boscán, su nombre tradicional es Wayunkerra Epinayu.  Indígena Wayuu del Clan Epinayu. Escritora. Activista de los derechos de las mujeres indígenas y de los pueblos indígenas.  Epaya’a Miou (Consejera Mayor) - Delegada para Relaciones Internacionales de la Sütsüin Jiyeyu Wayuu – Fuerza de Mujeres Wayuu, organización de la cuál es fundadora.  Editora para Centro y Sur América del www.indigenousportal.com y del www.notiwayuu.blogspot.com




Enviado por:  www.indigenousportal.com